El divorcio afecta tanto al sistema familiar como a su configuración, estructura y funcionamiento. Las parejas con hijos experimentan una crisis tensa, teniendo que afrontar algunas tareas difíciles como la decisión de la custodia de los hijos, los cambios económicos y, a menudo, la reubicación.

Las familias necesitan reorganizar sus roles y, en muchos casos, los niños tienen familias monoparentales. La familia tendrá que desarrollar nuevas rutinas y muchos verán disminuido su estándar económico. Generalmente, los padres que pasan más tiempo cuidando a sus hijos se sienten abrumados por la responsabilidad de educarlos, mantenerlos y guiarlos.

  No se puede pensar que el divorcio se reduce a un momento en el que la pareja comunica su decisión de separarse, sino como un proceso desde antes de la decisión de la propia separación y que continúa más allá de su formalización judicial. La decisión de divorciarse puede llevar años de crisis interna en la relación, y con ello una acumulación de frustraciones, enojo y la incapacidad de la pareja para comunicarse adecuadamente. Es importante en este proceso que los padres se vuelvan menos reactivos emocionalmente, uno en relación con el comportamiento del otro, ya que continuarán viviendo juntos como padres. En muchos casos, en esta etapa, los padres tendrán dificultades para cuidar a sus hijos, ya que están involucrados en los conflictos al final del matrimonio. La participación de abuelos, padrinos y amigos es importante ya que el cuidado de los niños se vuelve necesario cuando los padres necesitan tiempo para lidiar con su dolor y así reestructurar las rutinas.

  Para que los niños no sean descuidados, es importante que los padres busquen y acepten ayuda hasta que recuperen el equilibrio en sus vidas. Los padres deben entender que el divorcio es un proceso que involucra emociones no solo en la familia nuclear, sino en toda la familia y otras personas involucradas. En la separación, la familia pasa de un estado de crisis a un estado de transición que dura de 2 a 3 años, caracterizado por una búsqueda de reorganización de las relaciones entre los miembros de la familia. Las investigaciones muestran que después de un año y medio, la mayoría de los adultos no han recuperado su estabilidad emocional y el orden en su vida diaria, y la mayoría de los niños no han recuperado su ritmo de desarrollo, mostrando un deterioro en el funcionamiento global.

Respecto a la separación, es importante aclarar que cada padre necesita establecer una relación independiente con los hijos, relación que dependerá de la continuidad de la interacción entre los cónyuges como padres. Los niños sufren un gran impacto de la separación y este impacto se vuelve más dañino si la separación está impregnada de agresión y hostilidad, ya que esta actitud se transmitirá inevitablemente en la relación padre-hijo.